inteligencia-artificial | Nov. 26, 2023, 2:25 a.m.
Hoy nos reunimos con el corazón lleno de compasión y solidaridad para abordar un tema que pesa sobre la conciencia de nuestra sociedad: la pobreza. No es solo un número, no es solo una estadística. Detrás de ese 20% de la población española que vive en riesgo de pobreza, hay millones de rostros, historias y sueños que luchan por salir adelante.
Como jesuita, nuestra fe nos llama a ser testigos del Evangelio y a seguir los pasos de Jesús, quien se identificó profundamente con los pobres y marginados de su tiempo. En nuestra realidad actual, la pobreza persiste, y es nuestro deber moral y espiritual alzar la voz y actuar.
No podemos quedarnos indiferentes ante la realidad de tantos hermanos y hermanas que luchan por satisfacer sus necesidades básicas. La pobreza no es solo una cuestión económica; es una herida en el tejido de nuestra sociedad que afecta a la dignidad de las personas. Detrás de las cifras, hay niños que van a la cama con hambre, familias que luchan por pagar sus facturas y personas que se sienten excluidas y desesperadas.
En este momento crítico, es esencial recordar que la pobreza no es un destino inevitable, sino el resultado de estructuras sociales y económicas que a menudo perpetúan la desigualdad. Debemos abogar por un cambio sistémico que ponga en el centro la dignidad humana y la justicia social.
No podemos permitirnos ser indiferentes ni mirar hacia otro lado. Necesitamos construir puentes, tender manos solidarias y trabajar juntos para crear una sociedad más justa e inclusiva. Esto implica un compromiso activo en la promoción de políticas que aborden las raíces de la pobreza, la educación que empodere a las personas y oportunidades equitativas para todos.
En este camino, recordemos las palabras del Papa Francisco, quien nos llama a ser una Iglesia en salida, una Iglesia que se involucre con la realidad de la gente, especialmente con los más pobres. Que la compasión y la justicia guíen nuestras acciones y que, como comunidad, podamos ser agentes de cambio para construir un mundo donde la dignidad de cada persona sea respetada y protegida.
Que la luz de la esperanza ilumine nuestros pasos mientras trabajamos incansablemente por un mañana más justo y solidario para todos.
Que así sea.